viernes, 27 de diciembre de 2013

INAUGURACIÓN DEL PISO FLOTANTE Y LUMINARIA DEL OLIVOL MUNDIAL

Con la presencia de autoridades de la Intendencia Municipal de Montevideo, vecinos, jugadores, público en general, ex-jugadores, amigos de la casa se inauguró oficialmente, hoy 27 de diciembre de 2013, la remodelada cancha de la Institución Deportiva y Social Olivol Mundial.  Con su piso flotante flamante, las luminarias impecables y todos los arreglos que se perciben y no es fácil enumerar todo fue una fiesta que empezó en la cancha y siguió en el salón de fiestas.



Dos momentos de una institución

 Palabras del presidente de la Institución


 Mirada atenta de dirigentes y ex jugadores

 Los pibes se plantean ¿faltará mucho?


 Jugadores que pisaron la cancha cuando era de piedras...

 Corte de cintas


 todos quieren el subvenir 
 fotos de jugadores

 No es cuestión de géneros 
 Pararse para tirar...


 Correr tras un sueño posible... 
El piso cada cual lo disfruta como quiere
 Generaciones nuevas

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Agradecimiento y deseos en la proximidad de fin de año

Desde estas líneas deseo agradecer a toda   la gente que visita el blog, por una parte y desearles un hermoso fin de año y un comienzo de 2014 mejor. Por otra parte deseo desde aquí, desde mi blog, agradecer a todos los visitantes del sitio http://pebuwar.bubok.es/  pues veo que les gustan mis textos y los están bajando, tanto el libro de cuentos "Huellas de mis pensamientos" como el relato de viaje "Líneas Paralelas" 
   Es muy importante para mí que mis libros lleguen y sean leídos por ustedes que están del otro lado de la pantalla, sea eso en España, México, Colombia, Argentina o cualquier parte del mundo desde donde accedan a mis textos vía Internet. 
   Al día de la fecha 18/12/2013 han bajado el libro "Huellas de mis pensamientos" 17 veces; el libro "Líneas Paralelas" 24 veces, y eso que lo subí hace muy pocos días, quizás recién una semana. Lo considero todo un éxito.
   Muchas gracias amigos lectores. Les dejo una puesta de sol, registrada en un balneario cercano a Montevideo (Uruguay) llamado Kiyú, pues las puestas de sol tienen algo especial, como una promesa, esa de que tras el fin del día llega la noche, pero simplemente para que al siguiente día regrese la luz. Esa esperanza es la misma que tengo al escribir y publicar mis textos, mis libros, mis relatos, cada uno de los cuentos, novela o cualquiera de las formas que tomen mis pensamientos para expresar eso que siento, que creo, que comparto. Y vuestra lectura es mi esperanza cumplid. Gracias.
   Me olvidaba... un gracias especial, nuevamente, a cada uno de los visitantes del blog... hace una semana que Alianzo Rank me tiene en el primer lugar en Uruguay y entre el 12 y el 16 en Literatura. Más no puedo pedir.


Cuento: Navidad y... un niño negro

Era la noche de víspera de navidad y el cielo estaba nublado, gris. Algo de brisa movía lentamente enrojecidas nubes dispersas que entrelazadas, cual eslabones de una gran cadena de una larga historia, pasaban en celestial imagen.
Ruidos de cohetes y bombas de estruendo terribles se mezclaban con distintos tipos musicales que, al unísono flotaban en el aire limpio de la Noche Buena.
El cuarto estaba abierto, tanto del lado de la puerta que daba al salón principal como la puerta de dos hojas que daba a la azotea. El viento corría de un lado al otro trayendo olores a comidas y petardos, a perfumes de flores distantes y a los usados por mujeres circundantes.
Dentro del cuarto todo estaba tranquilo, solo la música giraba mansa y acogedora en medio del parqué que relucía, por haber sido limpiado y luego encerado. Esto resaltaba sobremanera la limpieza del cuarto, el cual estaba arreglado como para una ceremonia nupcial, como para un par de recién casados.
Ella estaba vestida como una reina, de jean, con el cabello largo impecable, bien peinado y delicadamente arreglado, como solo ella se daba maña para lograrlo, en las tardes tranquilas, luego de la faena diaria.  Él estaba, como haciendo juego, vestido de pantalones vaqueros y camisa blanca, mangas largas arremangadas, con el cabello corto, muy corto – tal como el personaje de una película que estrenaban esa semana en la cartelera de un cine del centro.
Eran realmente una pareja, por como lucían, por como estaban vestidos, por lo bien que se llevaban. Eran dos individuos que armonizaban por esa rara casualidad del destino.
La noche estaba con toda la calma y el movimiento a la vez, con toda la paz y la algarabía de la noche buena.
Esa fresca noche, algo nublada en que todos comían, brindaban y cuando todos se estrechaban abrazos y regalaban besos, ellos se disponían a entregarse en cuerpo y alma. Por casualidad ocurrió su encuentro en ese lugar del universo, como por obra del destino, del designio, de esas cosas de la vida de las cuales no se saben por qué pasan, pero pasan. Y en un momento inesperado. Esa misma noche un niño estaba pasando hambre, vagando en busca de algún alimento, de algún resto de comida, de algún trozo de torta o pan dulce que impida al estómago hacer más ruido.
La pareja se dejó influir por la música y se unieron en una simple danza, en un girar suave, acompañando las melodías que brotaban mansas de dos negros parlantes de un radio-grabador.
Ella lo tomó por el cuello; él la abrazó por la cintura. Aproximaron sus mejillas y se rozaron pálidas, suaves, casi imperceptiblemente. Sintieron, sin embargo, que se encendía un rubor, afloraba un calor y surgió un beso, la unión de sus cuerpos en una sola pieza danzante.
Del patio vecino surgió despacio, sigilosamente, una sombra. Un niño de grandes ojos negros, de esclerótica muy blanca, que resaltaba en medio de su oscura piel morena. Lentamente llegó hasta las inmediaciones de la terraza, sobre el borde lindante, en una esquina, bajo la frondosa copa del árbol del patio vecino. Éste lo protegía de los esporádicos momentos de “luz” luna.  
Junto a la puerta de dos hojas que daba a la terraza había un clásico paquete de pan dulce; una botella de sidra y otra de vino; pan negro y varios fiambres cortados en fetas y en trozos; unas porciones de pizza y algo de ensalada de frutas. Todo eso estaba sobre una mesita plegable  junto a un par de sillones bajos.
Ellos volaban en un sueño de amor, en un baile sin fin, en medio de un momento eterno. El niño estaba atento, escuchaba y esperaba el justo momento, el instante preciso en que habría de tomar aquél botín que al alcance la mano y ante sus ojos tenía. Esperaba simplemente quieto.
La música seguía sonando aún mientras el pequeño se animó a salir de su improvisado escondite en rápido y pensado movimiento para llegar al botín. Lo tomaría y saldría como un rayo, tal como lo había visto en la televisión, en las películas del cine al que alguna vez fue y al que accedió sin que los acomodadores lo vieran.   
Los perfumes flotaban en el tranquilo aire del cuarto y afuera la brisa embriagaba con perfumes de frutas de estación y flores, con el aromático olor de  la cebada transformada en cerveza.
Adentro los jóvenes sentían sus cuerpos calientes. Afuera el niño sufría, percibía el sudor frío corriendo sobre su piel erizada. Sus ojos turbios miraban fijamente la mesa servida. La saliva abundante se hacía difícil de tragar, se desbordaba por las comisuras labiales, mientras las piernas temblaban y el estómago gruñía, una vez más.
La joven rozó sus piernas por detrás de las de él, y luego tomó con la mano derecha la parte de las nalgas de él y lo acarició. Él dejó escapar un suave suspiro y repitió la operación sobre los glúteos de ella, al tiempo que rozó con su rodilla las partes internas del muslo de ella.
El niño, de todo esto no se dio cuenta, no lo vio. Solo se percataba de que una pareja estaba distraída bailando en una azotea, mientras una mesa llena de alimentos esperaba a un costado.
La música continuó sonando mientras el volumen, poco a poco, fue aumentando;  las luces se perdieron, se fueron apagando.  El ambiente quedó en penumbras.
El niño salió de un salto de su escondite. Del follaje, de la oscuridad surgió sobre el piso de la azotea, realizó pazos precisos, sigilosos, aparentemente por nadie más percibidos.
Los amantes jugaban y suaves risitas dejaban escapar; lo que notó el niño que cargaba los alimentos presurosamente, dentro de una servilleta grande o un repasador.
El joven escuchó los ruidos y quiso investigar y avisó a su compañera disimuladamente, mientras seguían el juego de la danza. De un brinco casi salió fuera del cuarto, se quedó en el umbral, atónito, casi estupefacto.
El niño, sin embargo, se paralizó; quedó atónito sin saber qué hacer en un principio, mas luego acertó a correr pero, una cuerda usada para colgar la ropa le detuvo en seco la carrera. Lo inmovilizó a la altura del cuello la cuerda y también el joven, que lo atrapó de un brazo.
El niño forcejeó. Intentó zafarse a toda costa moviéndose de un lado a otro, profiriendo mil palabras, cien maldiciones y un grito desgarrador, momento en cual dejó caer algo de la improvisada bolsa de tela.
El joven sujetó mejor al pequeño raptor, lo acorraló contra la baranda, mientras la muchacha aún adentro, sorprendida, encendió la luz del velador que estaba sobre la mesita de luz. Notó sus manos sudadas. El ambiente adquirió otro matiz. La pareja reparó que se trataba solo de un niño, de tez morena, donde resaltaban sus furiosos y   atemorizados, a la vez, ojos y sus blancos dientes rechinantes.
Al recuperarse de la sorpresa se tranquilizaron, lo calmaron al niño y le hicieron varias preguntas que en principio rehusó contestar, pero luego aflojó. Finalmente se sentó y rompió en llanto, balbuceante confesó su hambre y desesperación.
Esa noche ellos le dieron de comer. Tenía una casa, sí, pero con padres igualmente hambrientos.
Una vez que el niño devoró los alimentos, el joven lo miró tranquilo a los ojos, y con voz serena le dijo: “Vuelve mañana temprano y te llevaré a un lugar donde puedas ganarte el pan honradamente”. El niño lo miró por un largo e interminable minuto, quizás tratando de adivinar lo que su interlocutor pensaba, pues le había atrapado primero y luego le hizo preguntas y finalmente le dio comida. Asintió con la cabeza, luego se marchó sin decir palabra. Con pasos lentos, con los pantalones a medio caer y la mirada al piso se perdió entre las ramas del árbol.
La pareja se quedó sola en medio del silencio, con mil preguntas y alguna reflexión a medias. Poco a poco, volvió la calma de la Noche Buena. Retomaron el camino hacia los tiernos abrazos y besos.

Al tercer día, el niño se presentó ante la puerta del frente de la casa. Pidió hablar con el hombre del bigote negro.
Quien respondía a las descripciones indicadas por el chiquilín se presentó ante la gran puerta de hierro y lo atendió. Conversaron brevemente y fueron hasta un supermercado cercano, donde el hombre de bigotes preguntó por el gerente, quien era su amigo. Éste los recibió, escuchó el planteo de su amigo y tomó al niño bajo su responsabilidad. “Habrá que intentar una solución...” –dijo.
̶  Gracias – respondió el joven de bigotes ̶ gracias por este favor. Espero que el niño se forme, como tantos otros aquí.
̶  Así será, así será -aseveró el gerente.

El tiempo transcurrió rápido ese año que empezó después de esa Noche Buena. La pareja concretó su relación y se casaron. Un año después pasaban la navidad en el mismo lugar, bailando como un año atrás.
 El pequeño, ahora un año mayor, se presentó agazapado en las sombras… Y cuando creyó conveniente se aproximó y dejó un paquete gigante, con un hermoso moño rojo,  una flor y con una diminuta tarjeta.
Esta vez, los jóvenes esposos, solo sintieron que alguien se alejaba. Salieron los dos juntos y encontraron el bulto en las sombras. Se aproximaron y alcanzaron a ver la tarjetita que tenía escrito: “Gracias por aquél regalo” Firmaba: Un niño negro
Walter Hugo  Rotela González
Pedro Buda
Escrito en 1992


*Tal como reza debajo del cuento, éste fue escrito en 1992 y recién esta navidad lo publico. Puede decirse que cumplió su mayoría de edad y recién vio la luz. 
En mis conversaciones con algunos amigos o con interlocutores circunstanciales suelo mencionarlo al cuento pero no lo publiqué antes. Me pareció que era tiempo de hacerlo y así forma parte de este blog desde hoy.


martes, 10 de diciembre de 2013

Líneas Paralelas - Relato de viaje en imágenes

Estimado lector, contacto del cyberespacio que accedes a estas páginas, deseo comunicarte que está disponible en formato .pdf un archivo con imágenes del viaje que relato en el libro "Líneas Paralelas - Relato de viaje" 
Quizás la calidad de las imágenes no son muy buenas como me propuse para presentarlas, mas sí ilustrativas del camino, de los 1.400 Kilómetros que unen  Montevideo a Formosa.
Te invito a seguir el enlace para acceder al archivo.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Mis fotografías...

Mis registros fotográficos desde hoy estarán también en Arttistica la comunidad donde poder compartir fotografías y venderlas en una importante variedad de formatos. Un sitio nuevo con una importante posibilidad para aquellos que nos gusta la fotografía. 






martes, 26 de noviembre de 2013

Líneas Paralelas en Bubok

Hace apenas unos minutos (3:22 de la mañana del martes 26-11-2013) acabo de terminar de publicar en Bubok el relato de viaje, antes presentado en este sitio, allá por mayo del 2010, cuyo título es "Líneas Paralelas - Relato de viaje". 
El texto puede bajarse gratis en formato digital desde los siguientes enlaces:
http://www.bubok.com.ar/libros/196367/Lineas-Paralelas--Relato-de-viaje

http://www.bubok.com.mx/libros/196254/Lineas-Paralelas--Relato-de-viaje

http://www.bubok.co/libros/214034/Lineas-Paralelas--Relato-de-viaje




martes, 19 de noviembre de 2013

Primer boletín informativo Huellas de Pedro Buda

Esta entrada se me ocurre difícil, pero buscaré la manera de realizarla de la mejor manera posible como lo intenté con cada una de ellas.
Más abajo dejaré un vinculo o la vista de un archivo en .pdf para leer lo que me animo a llamar "primer boletín informativo de Huellas de Pedro Buda". En formato de diálogo intentaré responder. 

- ¿Y de qué va este boletín informativo? 
- Para contestar podría simplemente invitarlos a leer, pero comentaré brevemente sobre el asunto. 
He decidido, tras leer sobre el tema de la difusión de textos que, si nadie conoce tus obras y no le das difusión nadie podrá enterarse, y por ende, no podrán leer lo que escribiste, lo que te gustó crear y hoy quieres compartir. Por ello una herramienta que parece interesante es un boletín. 
En el boletín menciono la editorial donde publico los textos (autoedición)... 

- ¿Y qué más? 
- Pues... los sitios donde aparecen publicados algunos de mis cuentos, la dirección de una revista digital donde puede leerse uno de mis cuentos "Un mundo de fuego". Y otros sitios donde van dejando sus huellas estos cuentos, donde algunos lectores opinan sobre los mismos y donde descubro que hay una comunidad de lectores que le interesa leer. 

-¿Alguna información o dato que agregues...?
-Sí, sí. Me animo a contar en el boletín algo sobre mi actividad como escritor, que se inició siendo un lector incansable, costumbre que no abandono. Y sobre lo que podría agregar que no lo menciono en el boletín por su escueta estructura es que cada libro que leo está lleno de anotaciones al margen, pues es un hábito que me ayuda, me gusta y reconozco como una necesidad, con una suerte de diálogo con el autor del texto que en ese momento esté leyendo. 
Finalmente agrego donde leer el primer capítulo de mi primer novela y la forma de contactarse conmigo. 

-Creo que quedó claro de qué se trata el boletín...
-Eso espero. Aprovecho este diálogo, esta suerte de comunicación para invitar al lector a descubrir mis relatos, a leerlos y a contarme después qué le pareció. Entre mate y mate sigo escribiendo, haciendo esto que me gusta hacer.
Les dejo entonces la vista: 

sábado, 16 de noviembre de 2013

OLIVOL MUNDIAL UN SOLO CLUB

Comparto la dirección del sitio  http://es.slideshare.net/WalterRotela             donde está publicado un adelanto de unas 10 páginas del libro "Olivol y Mundial un solo club" de mi autoría. El texto aún no publicado en ninguna editorial de unas 110 páginas consta de una breve reseña de la historia del club o de los clubes: Olivol Football Club y la Institución Deportiva Mundial antes de su fusión en 1963. Prontamente estaré publicando el libro en su versión definitiva. 



títulos del libro

OLIVOL Y MUNDIAL UN SOLO CLUB (Nota introductoria)
ALGUNOS JUGADORES QUE VISTIERON LA CAMISETA DEL OLIVOL  F. C. 
PERSONAS QUE FUERON PARTE DE LA DIRECTIVA DEL CLUB HASTA 1954
CLUBES QUE CONFORMARON LA LIGA REDUCTO EN 1941
LA SEDE DE MILLÁN 2843
LO MÁS DESTACADO DE LAS ENTREVISTAS EN POCAS LÍNEAS
ENTREVISTAS
ENTREVISTA CON ISABEL AGUILAR
ENTREVISTA CON HÉCTOR DELL’ ACQUA
ENTREVISTA CON VARIOS INTEGRANTES DEL CLUB
ENTREVISTA CON LAURA MASTALLI
Entrevista con Juan Carlos González Viera “BOCHA”
ENTREVISTA CON EDUARDO SAVARÍZ
ENTREVISTA CON MANUEL “QUIQUE” RODRÍGUEZ
ENTREVISTA CON CARLOS CALDAS
nómina de jugadores 1980– 2012
NOTAS RELACIONADAS
oTROS ARCHIVOS
AgRADECIMIENTOS
Sobre el compilador de información

Viejo libro de contabilidad donde un aficionado reunió recortes periodísticos con hazañas del club del Olivol Football Club

Sede de Millán algunos años atrás

Banderín recordatorio del triple ascenso en basquet entre 1978 y 1980

 Gimnasio en el año 2012 donde se ve la actuación de La Banda Sinfónica de Montevideo 
La cancha antes de su remodelación, de la colocación del piso flotante en 2013









sábado, 2 de noviembre de 2013

La puesta de sol

Sobre el fin de la tarde, en el principio de la noche, cielo y tierra acunan al dios sol.
Cuando las olas escriben y borran los signos y designios, los significados y significantes, los mortales terrestres buscamos capturar el instante mágico, del tiempo sin tiempo, del espacio sin espacio, en que sucumbe la luz tras la línea inasible.
Lo imposible se vuelve válido; el sueño realidad; la fantasía un hecho comprobable. En ese clic se disparan todos nuestros sueños y surgen formas impensadas, que tan pronto nacen, desfallecen como nuestros recuerdos oníricos al despertar.  
Una sucesión de segundos, minutos… apenas nada.
Todos declinamos, y por un instante, somos testigos y artífices, al mismo tiempo, del espectáculo cotidiano, siempre diferente, cíclico, repetitivo, aunque único cada vez: la puesta de sol.










viernes, 1 de noviembre de 2013

Estimado Lector

Montevideo, 1° de Noviembre de 2013.-
Estimado/a  lector,  seguidor/a:
Deseo agradecerte por tu presencia durante este tiempo acompañándome en el camino del ciberespacio donde voy dejando mis huellas.
 Por estas fechas voy cumpliendo un año más de presencia en la red y deseo festejarlo de algún modo. Se me ocurrió que una forma es compartir mi primer libro de cuentos contigo.  Para ello te dejo un enlace desde donde poder bajar el archivo en pdf:
 Sin otro motivo te saludo Atte.  y  agradezco nuevamente tu  presencia.
 Walter Hugo Rotela González
  (Pedro Buda)

                                                                                  

viernes, 25 de octubre de 2013

Cuento: TÚNEL AL OSARIO

Caminando por la rambla de Montevideo, un viejo conocido me contó una historia que, al principio me pareció increíble.  Esa tarde el sol brindaba su calidez y luz en su mayor esplendor, después de mucho tiempo de días nublados, típicos de invierno.
Mi amigo Rodrigo -de setenta y pico de años- y yo caminábamos de espalda al sol, que bajaba lento detrás de la inasible línea al final del día. A nuestra izquierda la rambla y el movimiento de los autos no invitaban a mirar, en tanto, que a la derecha, el río-mar, las gaviotas revoloteando y los surfistas tomando las pocas olas… sí.
Con lento andar llegamos hasta una zona por donde nunca antes habíamos pasado. Pero Rodrigo, a quien siempre me dirijo como “Don Rodrigo”, cosa que él corrige con tacto:
̶ Pero Marcos, por favor, no me llames “Don”, si bien soy un veterano, el “Don” está de más. Mucho tiempo hace que nos conocemos y… no da.  Yo soy Rodrigo, como tú Marcos. Y no se hable más. Ta.
̶ Está bien… Rodrigo –contesté, pero rato después se coló el “Don” nuevamente, pero se perdió entre el ruido de las olas.
Esa tarde, mientras pasábamos frente a lo que parecía una alcantarillado, que venía de debajo de la calle, Rodrigo la señaló.
 ̶ Ves esa entrada –dijo.
̶ Esa salida… dirá –le contesté. Es una alcantarilla.
̶ No. Te equivocas. Parece una alcantarilla, pero no lo es.
̶ Si lo dice así… Rodrigo. Le creo.
̶ No me creas. Te contaré qué es y… algún día, si te pinta, lo investigas.  De hacerlo, quizás, pero solo quizás, serás recompensado. Un tesoro, dentro de un viejo maletín de cuero, encerrado en una caja de metal está oculto en la pared, detrás de unos ladrillos puestos de canto, distinto a los otros, a la altura del  hombro izquierdo cuando ingresas por aquí, a los ciento tres pasos de esta entrada.
̶ ¿Investigar qué? –pregunté.
̶ Bueno. Eso que ves no es una alcantarilla. Es un túnel que conecta con el cementerio.
̶ ¿Con el cementerio? –pregunté incrédulo.
̶ Sí. Específicamente con el osario. Hay doscientos metros de túnel. Y según supe por un viejo camarada, de otros tiempos, de aquellos de militancia, de guerrilla, permanece intacto. Pero él… no sabe del tesoro.
̶ Pero… ¿un túnel para qué?, si se puede saber.
̶ Bueno… te diré. Hasta hoy, solo pocas personas conocieron de su existencia. Ni los militares que tienen hasta planos de los viejos túneles de la ciudad de los tiempos de la colonia saben de éste. Era una vía de escape. Aunque también sirvió para esconderse en días difíciles, en los tiempos de la guerrilla urbana. Esos parecen los túneles de las ratas que ves en la ruta de los accesos a la ciudad. Salen por todas partes de agujeros pequeños y desaparecen en otros, igualmente pequeños.
̶ Entiendo… pero conecta con un osario ¿no? ¿Para?
̶Bueno, en esos tiempos unos muchachos trabajaban en el cementerio y descubrieron que era factible construir un túnel. Pero llevaría tiempo hacerlo. Por ende diseñaron una estrategia interesante. Unos trabajarían de día y otros de noche. Como dos lo hacían de día, uno de ellos se pasó a la noche, con el argumento de que el de la noche estaba solo y temía que un susto le provocara un infarto. Así que uno se pasó a la noche y trabajaron mejor, sin nadie que mirara.
̶ ¿Y el osario… qué fin cumplió?

Don Rodrigo estaba confiándome lo que, por muchos años, había guardado como un secreto de guerra. Mucha agua había pasado desde aquellos días revueltos, de guerrilla, de lucha armada. Excavaciones se estaban realizando en los cuarteles a fin de descubrir los restos de personas enterradas clandestinamente.
Este túnel conectado al osario era algo más que un escondite en tiempos de guerra, algo más que una salida de escape. Adquiría otra significación en estos tiempos. Algo que aún no vislumbraba, ni por asomo.
̶ El osario –continuó Rodrigo- era un punto muerto, un sitio no frecuentado más que por un par de enterradores, que cada cierto tiempo echaban allí restos de los cajones muy antiguos, los olvidados por familiares o responsables, quizás ancianos que dejaban de pagar por el servicio.
̶ Era una vía de escape o de escondite, me dijiste, ¿no? Rodrigo.
̶ Sí, efectivamente. Nunca sospecharon de este lugar usado como escondite. Y tenía la posibilidad de salida por la playa, tanto como por el cementerio. Algunos camaradas desaparecieron en el cementerio una noche de lluvia o una oscura tarde de invierno, y aparecían aquí en la playa, horas o días después.
̶ ¿Sí?
̶ Pues sí. Teníamos provisiones para permanecer escondidos por días. Hay unas especies de catacumbas que nadie visita, las que no osan visitar ni siquiera los viejos funcionarios. Por eso fue perfecto, factible de utilizar como escondite.

Don Rodrigo, con la paciencia del hombre maduro, entrado en años, caminaba con andar seguro, firme, lento, mientras relataba viejas anécdotas relacionadas con el túnel al osario. Algunas historias me resultaron hasta risueñas, pero quizás no lo sintieron así los personajes, los protagonistas, los hombres y mujeres que recorrieron aquél túnel en esos tiempos revueltos.
Había algo en la mirada de Rodrigo, no sé qué exactamente, mezcla de nostalgia y cierta insatisfacción, quizás otras cosas. Lo cierto es que parecía que Don Rodrigo necesitaba contarle a alguien su versión de las cosas.
Seguimos caminando mientras con su mano izquierda peinaba sus blancos bigotes y fijaba la vista en un punto lejano del horizonte, en nuestro camino de vuelta. Quizás la misma playa se parecía a un túnel, pero al final se veía un tono rojizo sobre el agua, donde se adivinaba la partida del sol, más allá de la línea. 
Walter Rotela
Pedro Buda
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